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Y la selva se hizo Aborigen (Novela) (página 2)




Enviado por oscar matute Ortiz



Partes: 1, 2

Estaban montados sobre el terreno, y alli iban
expandiendo chozas tras chozas hasta formar una ranchería
de sabuesos hombres que tenian el tupé de desafiar aquella
naturaleza que nunca habia probado la presencia del hombre. Alli
estaban y la naturaleza le tenia que dar su aprobación. La
aprobación era vivir alli a pesar de los alicates que la
misma fuera proporcionando en la medida que ellos fueran
experimentando su propia vivencia.los desafíos estaban al
orden del día, y la melancólica situación
trillaba las conductas de aquellos imberbes hombres que poco
sabían de aquellos estrados escenarios recién
comenzados a vivir. Nocivo era el tiempo que comenzaba a
envenenar aquellas almas recién refregadas en aquellos
montones de arboles suscitados por la misma biología que
le habia suscitado a todo especie. Un lenguaje nuevo acrecentaba
la comunicación, una comunicación casi igual a los
de los animales, cual podía ser la copia de aquellos
aborígenes, donde podían calcar el lenguaje. Ellos
de alguna manera imitaban cada expresión de los animales y
sobre todo los gritos y los cantos de cada animal. Ellos
poseían ese talento para emular cualquier gesto de los
animales, tal vez por poseer una inteligencia más
allá de los umbrales de ellos, podían tener un
dominio sobre aquella naturaleza floral pero tambien sobre la
naturaleza zoológica. Alli en aquel paraje se comenzaron a
suscitarse nombres, como: Tabares, Maita, Guillen, Guaracuto,
Guaipo, Caigua, Caico, Guano, Guasimo, Acato, Booba, Guata,
Guaya, Guayacán, Anaco, Sacata, Praguacuto, Payare,
Sabucán, Mapire, maya, Gatillan, Mauca, Macayo, Macaco,
Macaraconi; tambien sobresalían mujeres con el nombre
Auca, Achota, Mariara, Macara, Maipa, Aguata, Guatanare, Suava,
Castila, Bauca, Tuata, Cuaca, Ruana.

El torbellino de nombres iban posesionando sobre aquel
alero de matorrales, gramíneas y bosques tinglados por la
aspereza de la naturaleza. Habia toda una novedad en aquel
insólito escenario de la Meseta. Meseta que con el tiempo
se haría un rincón de un poblado. Significa, esto
que cientos años hacia atrás, no pudo subsistir a
los grandes aluviones de aguas que se habían activados con
desastres en periodos ancestrales.

Ellos iban torreando la vivencia, la vida, la crianza de
los hijos, la caza, la comida, el vestir, el agua, las
enfermedades, el sexo, las andanzas, los retos , las peleas, la
formación, los niños, la religión, la
trascendencia. No faltaban tambien los piaches que eran los
médicos y sacerdotes para aliviar los dioses y curar sus
enfermedades. Alli habian llegado, pero una porción de
ellos buscaba refugiarse en otros aleros de aquel rio que
envolvía la vida de aquellos cimarrones hombres y mujeres
que iban cobijando todos los escenarios de la costa del Rio. Alli
en el Gran rio bajaban, nadaban, pescaban, y bajaban en curiaras
y canoas hasta el Mar Caribe. Era un elemental cajon fluvial para
ir hasta el Mar y alli recoger la sal como lo venían
haciendo desde hacía siglos, cuando los guáranos,
los Waraos y demás aborígenes habían
descubierto este gran paso para ir hasta la vertiente Mar Caribe.
La distancia se podían hacer largas, pero los
aborígenes no tenian fronteras para este tipo de quehacer.
Tenian la libertad, que no podían tener los invasores
españoles como la tenían ellos.

No tenian cerca de alambrados, como lo hacían
despues los españoles con sus cerca de mojones, alambradas
y cercados de palos y botalones. Su vida era lo más
sencillo que se podía manifestar. Pasaba en ellos que
todavia no habia llegado a sus manos la etapa del hierro, donde
pudieran hacer herramienta que fueran tan dura como ese metal.
Apenas ellos, los aborígenes manejaban la piedra, los
vegetales para tal fábrica y demás enseres que
pudieran tener a su alcance. Las herramientas todavia eran muy
rudimentarias. Las indumentarias no eran de avanzado estado de
desarrollo. Claro todo con el tiempo iria mejorando en cuanto que
entraran las necesidades del tiempo y de aquel aborigen que
apenas se estaba instalando en este vericueto lugar.

Con el tiempo y los años seria un lugar que
tendría otra visión placentera para aquellos
palenques que se habian filtrado en estos terrenos de nadie, pero
que ellos se hacían alguien en este lodazal escenario,
abrigado por las corrientes de Aguas del Gran Dunare. Fueron
invasores que fueron ascendiendo sobre los copos de aquellos
arboles gigantes y pequeños que tenian la ligereza de las
ramas y el cobijo de un paragua. Ante las calurosas temporadas,
que fue cuando se desplazaron, entraron como ebrios en una
situación de desespero por alcanzar una nueva vida en
aquel virginal escenario. Ya la nostalgia habia quedado en el
pasillo de aquellos grandes montes, selvas y sabanas que en
algún momento les habian servidos de defensa y de abrigo.
Otro abrigo trae una esperanza, pasar un tiempo en una
ranchería que de alguna manera era otro cobijo en ese
andar de la vida que flecha los destinos de una raza. Alli la
luna y el sol eran unos dioses que se mostraban como con cara de
piedra que mutilaban con su presencia aquella selva que era tan
inhóspita cuando las tinieblas anegaban aquellos espacios.
Los aborígenes habian comenzado a abrir
caminos.

La trilla cotidiana iba perforando aquellas meseta que
en una temporada habia sido intricando y compleja para asir una
caminata sin tropiezos. Abrieron caminos tanto al Sur, como al
norte, al este como al oeste. Abrían caminos para buscar
algo, o devolver algo, abrían caminos para cazar, para
pescar, para buscar agua, para buscar alivio, para buscar
animales, para cazar, para buscar sal a las orillas del mar
Caribe. Por esos caminos iban retozando la vida, la intriga, la
novedad de algún animal que se les fuera a aparecer como
una sorpresa en medio de aquel vendaval de complejidades. Mustios
momentos tenían que pasar aquellas legiones de
aborígenes que habian comenzado a apertrecharse en medio
de aquel espacio y tiempo que habian conquistado con su
desplazamiento cotidiano. No menguaban la oportunidad para abrir
un sendero en su propia existencia. El pienso y el luego
éxito se pivoteaba en el pensamiento del aborigen, no
existía una realidad que no pasara por su pensamiento. La
realidad era muy clara, no habia otra, sino aquella que vivia con
sus propias dificultades, pero con la intención de vivir,
sin muchas preocupaciones, por ser elementales ante una comunidad
como la ellos.

El Piache
Guatamoro y sus seguidores

En una comunidad siempre hay de todo, y en la comunidad
aborigen habia sus maestros y ciertas complejidades del oficio
cotidiano. El piache era el sacerdote, pero tambien el
médico, tenia esas funciones que tiempos pretéritos
podían haber ejercido los sacerdotes del Antiguo
testamento. Espiritualidad y medicina: El Piache Guatamoro habia
nacido cerca de la Ranchería de Urupal, pero se habia
deslizado cuando joven hacia la ranchería de la Meseta. En
la Ranchería de la Meseta habia tenido contacto con
algunos piaches que habian nacido alli, pero que con el tiempo
habian desaparecido del escenario. Piache habia aprendido desde
niño todos aquellos intrilingues de la plantas y los
poderes de los dioses.

Aquellas rancherías comenzando desde el Pao hasta
la desembocadura del Rio Dunare habian tenido como dioses al sol,
la luna, algunas estrellas, los sapos, algunas serpientes
emblemáticas que se formaban en aquellos lodazales y
amplios matorrales que se erguían con los grandes
manantiales que se deslizaban entre selvas, medanales, tierra de
greda y algunas que otras serranías que se cubrían
de algunas hierbas vitalicias y de gran aliciente para algunas
enfermedades. Alguna que otras rancherías tenian como dios
al gran rio Dunare y todas aquellas quebradas que fueran de
enconadas y furibundas corrientes de aguas. Alli en esos dioses
ponía Guatamoro toda su confianza, era sus trascendencia,
era su más allá, alli tenian sus adoración y
alli alimentaba su espíritu para combatir todo lo malo e
insertar todo lo bueno en las almas de aquellos hombres, mujeres,
niños y jóvenes de la Comarca de la Meseta.
Guatamoro habia nacido de una aborigen que habia quedado tuerta,
porque cuando pequeña se habia caído en una estaca
y el ojo derecho se le habia extirpado.

Esto le habia causado cierta molestia sentimental al
Piache Guatamoro. El quería con su aprendizaje de las
hierbas y las matas y además con los poderes de los dioses
hacer que el ojo de la madre volviera a ser como antes, un ojos
sano y bello como lo habia tenido su gran madre querida.
Guatamoro para ser un verdadero piache se habia instalado en una
choza solo, apenas tenia tres ayudantes, para que le hicieran los
brebajes que preparaba, pero además de estos eran los que
tenian que aprender para tener en sus mejor momento un relevo en
esta conducta espiritual y medicinal. Guatamoro tuvo sus pasos
para llegar a ser un piache, en la tradicion de los Piaches
existía ciertas conductas para este tipo de servicio. El
Piache Palenque más allá del profundo sentido de
concebir la vida como armonía entre lo social y lo
natural, también concibe desórdenes de estos
estados los cuales están enmarcados dentro de lo
sobrenatural. El Piache Palenque poseías cualidades y
características que sólo son perceptibles por el
mismo. Es el Piache el intermediario entre El Sol, la Luna, Los
Ríos y Las Lagunas que representa el espíritu de la
enfermedad y las desgracias- los Wuao, Wuao- espíritu del
Palenque muerto- que las visitas en sueño para darles
consejos utilizando a Un Señuo como el espíritu
intermediario. Por eso la iniciación del Piache Guatamoro
consistió en observar muy detenida mente las plantas, los
animales, las estaciones de la luna, las sombras del sol, los
rellenos del agua de los ríos y de las lagunas y de los
riachuelos, aquí en estas áreas era donde se daban
vida los iniciados en estas operatividades de esotéricas
indígenas u aborígenes.

De alguna manera Guatamoro habia comenzado a sentir
algunos mareos cuando aún estaba un poco bastante joven.
Eran mareos permanentes que sentía Guatamoro, en esos
mareos Guatamoro sentía un enjambre de espíritus
que los poseían. Algunas veces caía de platanazos
en algunos sitios, y si iba acompañado, los secuaces se lo
llevaban a su ranchería que la tenia muy cerca del Rio
Dunare: A veces quedaba inconsciente y no sabía nada de lo
que habia pasado. Guatamoro sabía muy bien que estos
efectos tenian que cundir efecto en su cuerpo y en su
espíritu, ya él estaba en estos andares y por lo
tanto no era ninguna sorpresa tales acontecimientos en su vida.
Guatamoro tuvo su suficiente madurez, para ir haciendo su trabajo
de piache a lo largo y ancho de aquellas rancherías que se
permeaban sobre las orillas suculentas de aquel rio que le
servía para sus grandes acciones como es el Rio Dunare.
Guatamoro cuando hizo su primer trabajo curativo se lo hizo a una
chica aborigen que padecía de un espíritu maligno.
Se habia convertido en el típico vocero contra las
enfermedades y demonios que se trataban de inmiscuir en el alma
de los aborígenes. Esto era una situación que
estaba presente desde que el hombre era hombre y de por si habia
tenido conocimiento de estos episodios que marcaban una pauta mas
allá de la realidad palpable.

Estos piaches sabían de los elementos
básicos de las matas, de las hierbas, de ciertas
enredaderas, de matas que contenían ciertos sabores
amargos, de las que servían para las diarreas, para la
picaduras de animales salvajes, de serpientes, de alacranes de
problemas de dolores en los huesos, de la regla de la mujer,
tenian remedios para cuando las mujeres fueran estériles,
ellos preparaban ciertos brebajes para que pudieran dar a luz en
su debido tiempo. Sabían de controles lunáticos
sobre las personas. El caso de Guatamoro era un gran adivinador
de las fases de la luna y esto Guatamoro era un experto. Fueron
muchos los casos de problemas que se le presentaron cuando era un
piache de aquella zona unarense. Guatamoro pulía sus datos
cada día. Los aborígenes tenían una gran
confianza en esas dotes esotéricas que poseía, se
le considera como a uno de los mejores piaches que habia en aquel
selvático escenario de la Cuenca del Dunare. Guatamoro se
habia convertido como un Juan Bautista en el deserto, sus comida
eran simple para mantener un espíritu de sobriedad ante
los episodios que le vinieran. Guatamoro le hacía ensalmes
a los caciques que se iban levantando en aquella Meseta. Sabemos
que el primer Cacique que se habia levantado en esta
selvática región habia sido Dunare, pero eso
hacía tiempo de El Cacique Dunare habia muerto en la
erguida aguas del Rio que mas tarde llevaria su
nombre.

Tambien Dunare habia sido tratado por mas de un piache.
Guatamoro en cierta ocasión cuando el cacique Guatopo
estaba enfermo lo llamaron para que le fuera a quitar unos
grandes dolores que se le habian pegado en la espalda, y el
cuello. Lo primero que hizo Guatamoro al llegar donde estaba el
Cacique Guatopo, fue colocarlo boca arriba entre un poco de
candela para quitarle aquellos dolores y luego ponerlo boca
abajo, para darle masaje con unas cuantas planta, lo cual habia
preparado un gran brebaje y asi irle untando aquella
pócima sobre la espalada y el cuello. Habian dicho algunos
de sus allegados que aquella brujería se la habia puesto
un cacique que estaba cerca de las praderas y palmares de las
riberas del Gran Rio Dunare. Cuando el piache Guatamoro
comenzó a ponerles aquellas pócimas de hierbas de
mastranto, con jabillo, drago, fregosa y demás hierbas, el
cacique Guatopo comenzó a pegar unos gritos endemoniados
que los demás presentes comenzaron a tener miedo por
aquellos Berríos que pegaba Guatopo, cuando el Piache
Guatamoro iba avanzado en aquel ritual que le luego le iba
echando humo de tabaco sobre aquel ruin cuerpo de aquel cacique
que se habia esmerado en proteger la etnia de los palenques; que
hace rato habían echado vida sobre estas praderas
unarense. Era el año 1200 despues de Cristo. Todavia la
bota española no habia pisado estos senderos naturales lo
cual permanecía impoluto ante la atrofia de los pies
europeos.

Los aborígenes por lo menos tenian su sentido de
la vida ante la oquedad de una naturaleza virgen que los
vitalizaba según el parecer de aquella raza. Por eso los
piaches de alguna manera tenian toda una tranquilidad natural en
toda sus actuaciones. Tenian una liga empática con los
decoros naturales que el mismo universo físico les ibas
dictando a traves de sus vivencias cotidianas. Ella, la
naturaleza le iba aportando los medios, los talentos y las
defensas para imponerse en el trajinar de la propia existencia.
Por eso Guatamoro siempre sostenía decirle a la
muchedumbre: —"Para mí la naturaleza es mi gran mama que
me apoya y me nutre mis intenciones vitales, pero es tambien la
que me administra toda sus sabiduria para ayudarlos a ustedes"–.
Cierta ves Guatamoro no podía sanar mentalmente a algunos
aborígenes que tenian ciertas ulceras en los pies, y se
habia hecho difícil, dar con aquellas curaciones, se puso
a meditar y a preguntarle a la naturaleza que cual podía
ser el remedio básico para curar aquella dilatada
enfermedad, lo cual la naturaleza le respondió.: — "En mi
escenario están todos los remedios para curar todos los
males de tu gente, búscalos, descúbrelos y veras,
que si podrás, porque yo te lo suministro"—He alli la
inquietud de un piache, que a la final se convertía en un
gran filosofo de aquella holgada y asombrosa selva que cobijaba
aquellos pantanales de aguas, pero tambien aquellas trincheras de
bosques y matas que se hacían permeables cundo el pie del
hombre iba abriendo encrucijadas y caminos sobre aquellos
vericuetos montes y mesetas que se horizontalibizaban sobre
aquella penuria afinidad de los rastros del tiempo. De muy buen
agrado los demás seres humanos buscaban el apoyo en estos
piaches que tenia la osadía de buscarle remedio a los
males que tenia aquel escenario, pero que los mismos cuerpos y la
misma tierra posee. Es la lucha contra una situacion que esta
alli palpable, pero que muchos hombres avezados van
buscándole soluciones a la propia sobrevivencia de los
seres humanos.

Asi eran los piaches, así vivían los
piaches de aquella localidad hecha ranchería en el marco
de la invasión que ellos iban haciendo poco a poco en todo
aquel vendaval de matas y bosques silenciosos ante la presencia
del antropos.

El invierno y el
verano…

Acrisolada vivia la selva, acrisolado vivían los
animales por aquella empecinada naturaleza que le ofrecía
de todo para su sobrevivencia. Ya los palenques estaban diestros
para este tipo de sucesos. Era la rutina de algunos meses, de
algunas semanas, de algunos dias, pero para el palenque
existía era la estación, y desde esa óptica
manejaban las estaciones. Ya sabían por experiencia e
intuición que pasaría en cada estación. Los
veranos se le presentaban como una estación calurosa donde
reinaba la temperatura alta, aquellas temperaturas
demolían los arboles y las frenéticas ventoleras
que se daban conjuntamente con los veranos hacían tabla
raza en algunos bosques, donde muchos bosques al tener la madera
seca , estos remolinos provocaban la caída de muchos
árboles atenuados por la sequedad de la madera, de los
bosques, de los arboles, de las montañas , de los
sabanales y de las mesetas..

Era tiempo donde los animales se arrinconaban en ciertas
zonas donde hubiera aguas para mantener ciertos bosques verdes
como el trinar de los algarrobales. Había lo que se
llamaban los reagrupamientos, y los animales trataban de
agruparse para defenderse de los calores intensos que se
ametrallaban sobre aquella zona tórrida.

En esos seis meses de sol abierto y rayos directos a la
faz de la tierra todo los seres vivientes buscaban guarerse de
aquella intensa temperatura, solo la noche podía menguar
aquellos agitados calores que se empecinaban en castigar cada
cuerpo de los seres humanos, como de los animales que
cubrían todo aquel escenario. Entonces como era el sol con
las vivientes plantas que se daban en aquel abolengo territorio.
He alli un dilema, los arboles, las matas, las gramíneas,
ellas no tienen pies para poder ir de un lugar a otro. Muchas de
ellas morían, al estar alli estoicas y sin poder desplazar
su vida de un lugar a otro. Si el verano era benevolente
podían aguantar aquella sequedad y tambien aquel menguo de
agua. Todos los arboles, matas, hierbas son productos de una
manifestación de agua, sin aguas no pueden sobrevivir, ni
mucho menos sobre la ausencia del sol. Los cuatro dioses
están unidos a ellas, para que puedan sobrevivir. Se trata
del sol, del agua, de la tierra, y del aire. Sin ellos es muy
difícil que haya vida, con ello hay vida, sin ello no hay
vida. Y por eso en este escenario de la meseta, los veranos se
tornaban galopantes como la misma brisas en tiempo de inviernos.
Que le pasaba a los palenques en este tiempo de verano, acaso se
marchaban a otros lugares donde no existiera la sequia, o no
existieran los veranos,. Todo el planeta tierra tiene estas
estaciones, aunque hay algunas partes donde las estaciones se
multiplican. Hay parte donde la tierra tiene primavera, verano,
invierno y otoño. Lástima que en Venezuela, no de
den las cuatros estaciones.

Y por eso los aborígenes solamente supieron
disfrutar de estas dos estaciones aunque es un país que
goza de estas elementales estaciones en todo su territorio. Sin
embargo, en la zona de Guaribe y la zona de la Meseta donde
había una abrumadora mayoría de palenques. Ellos
tenian que abrazar estas dos estaciones, que le habian
equilibrado su vida. En tiempo de verano los palenques tenian que
trabajar mas para lograr hacer de la pesca unas situacion de vida
o muerte. Apenas el Rio Duanare, La Quebrada Honda, Quebrada de
Salsipuedes, Rio Guerre, Rio Guaribe le servía de gran
aliciente para todos estos tipos de eventualidades
gastronómicas. La astucia de ellos estaba en mantener muy
en alto aquel tipo de vivencia, y hacer que cada mañana se
dispusieran con el anzuela de cacho de venado pescar, de igual
manera usaban el chusmo en zonas donde se viera la efervescencia
de los pecados. El gran Rio Dunare era uno de sus dioses que le
producía más alimentos de peces. Alli en sus
curiaras, botes, canoas pasaban el día en su pesca, para
llevar algo a sus chozas. Por sus puesto que corrían el
riesgo de los tigres, de la onza, de los leones o de los
caimanes, o de las gran serpientes que se desplazaban entre el
Batey, Guere, Piritu, La Meseta y Azaca. Ellos, los palenques
eran los únicos que abrazaban aquellos escolásticos
montes de estos sabanales que se habian erizado en soledades por
antaño. Cohabitaban en aquel universo. Eran los
únicos mensajeros que aplomaban una civilización en
aquellos senderos atornillados por lo inhóspito. Pero alli
habia el amanecer de los dias., y la tertulia y sus dialectos se
dejaban oir en aquellos horizontes donde antes se desplegaba
solamente los animales que en millones de años
habían existido. La melancólica sabana, los gruesos
arboles, los tinglados urapales , los jabillos , los guatacaros,
los pardillos, los cereipos, las ceibas, los robles comenzaban a
menguar sus hojas que aureolaban aquellos senderos ante la mirada
de un aborigen que se pusiera en los alto de un cerro o de una
selva de altura. El gatillo de la vida de aquellos hombres y
mujeres que se pavonean por aquellos insípidos terrenos,
no deja de impresionarles cada día. Cada día se da
un lenguaje y un escenario como si jamás lo habian visto.
Pasaba en ellos que no tenian mucha memoria o retención
para ir acumulando datos, la naturaleza se proveía muchas
veces de intuición. Casi que vivían el presente,
sin recordar el pasado aunque habian algunos que guardaban el
pasado como los piaches. Habia toda una diversidad de pensamiento
en aquellos mugrosos hombres y mujeres que se arrinconaba en
aquella incógnita soledad. Alli devaneaban sus gustos, sus
éxitos, sus esperanzas, pero era una vida sin sentido, una
vida que se acoplaba a una situacion escéptica y
nihilista. El trasnocho de la vida, hacia donde iban y que
pretendían en la vida. La simplicidad de las cosas no le
daba pie para mantener una vanidad, ni siquiera era su
pensamiento. El objetivo no era tener nada. Vivia en el
equilibrio de las cosas, tal vez los piaches tenian mas
adentramiento en ese mundo oscuro de la escatología, alli
era que los piaches se daban el gusto de tener hasta un dominio
más allá de los propios caciques; aunque los
caciques tenian toda una autoridad en muchas comarcas de
rancherías. Toda esta situacion la vivían en pleno
tiempo de los seco, del verano. A veces se sentían
fatigados por aquellos grandes calores que le penetraban en los
tuétanos de sus cuerpos. Aquellos cuerpos semidesnudos,
aquellos cuerpos que apenas tenian una enaguas que les tapaba, el
trasero y la parte delantera de las partes intimas, lo mismo se
podían decir de las mujeres, menos de los niños que
no usaban nada y solamente andaban como Dios los trajo al mundo,
apenas cuando comenzaba el plumeo de aquellos genitales era
cuando se colocaban taparrabos. De igual manera aquellas mujeres
andaban con las tetas afuera, al aire libre y a la mirada sin
malicia de todos aquellos hombres que se desplazaban por
cualquier zona, en ello no habia situacion morales, por supuesto
que habian algunos argumentos morales, pero no era moral
occidental, ni mucho menos moral cristiana o moral
musulmán o moral judía. Habia toda inocencia
supina, una inocencia que rayaba en la ignorancia, una inocencia
sin tabúes. Por supuesto que los aborígenes tenian
muchos tabúes, pero que a la final eran tabúes
decorosos y muy validos para su condición de poca monta en
conocimientos filosóficos, antropológicos o tal vez
sicológicos.

Aquellos hombres eran temerosos muchas veces del verano,
porque se les podía pasar el tiempo de la siembra y ellos
estaban muy pendiente de sembrar algunos tubérculos o
algunos granos que le servían de grandes alimentaciones
como era, el maíz, la yuca, la sandia, la auyama, la
hierbabuena, el ají, el chirel, la sandia, el cundiamor,
la fregosa, el pasote, la guayaba aunque esta es una fruta
sabanera, de igual manera la guanábana , sin embargo
aquellos aborígenes que habian penetrado este escenario
tenian en su haber sembrar este tipo de frutas tropicales. Ellos
de alguna manera comían el guácimo, el caruto;
aunque ciertos animales comían este tipo de frutas tambien
los venados, los chiguires, los monos, los araguatas,
hacían de la suya como un postre,

Ante aquel verano malcriado por los rayos solares se
avecinaba el invierno, un invierno que comenzaba en la mitad del
mes de octubre, pero para el aborigen no habia meses. Apenas los
tiempos los vivían por estaciones. Decían meses de
veranos o dias de veranos o dias de inviernos. En esto ellos
estaban muy claros. Eso de los meses se vino a instalar cuando la
bota española se instalo en toda la territoriedad de
América, o lo que se llamo el continente del bollo
amarrado. Bollo amarado porque cuando usted observa aquel mapa se
podrá dar cuenta que es un bollo amarado. Un continente
del maíz como su producto básico.

Es el continente del hombre del maíz, pero
tambien el continente del hombre de la yuca. Alli galopa aquel
hombre de la Meseta, turbia es su mente, ágil sus brazos
para preparase por aquella estación que se acerca con
ciertos chubascos de agua, desde el cielo se ven estallido de
candelas que se desploman sobre la faz de aquel territorio, el
estruendo que hacen coloca en aprieto a muchos animales que
buscan un escondite, los pájaros, vuelas, los
cuadrúpedos que están muy cerca de aquellos rayos
huyen despavorido ante aquel estruendoso rayos que se salpican
sobre aquellas nubes que comienzan a ponerse negra como la
oscuridad de la noche. Viento arremolinados comienzan a cuerear a
aquellos arboles que apenas están saliendo de la radiante
estación de verano. Fuerte son, que comienzan a derribar
aquellos pobres arboles que han tenido la dicha de aguantar
aquellos 6 meses de veranos. Algunos bohíos que fueron mal
construidos son sacudidos por aquellas ventoleras que en aquellos
tiempos se hacían más fuertes, aunque las arboledas
podían ser trincheras para aplacar aquellos gigantes
vientos desplazándose hasta 150 kilómetros por
horas. Sacudidas vienen y sacudidas van y asi se va pernoctando
cada invierno, cada chubasco con estruendos relámpagos que
se cimbrean sobre aquellos escenarios que huelen a sabana
terrosa.

El detalle es muy diferente a cuando es invierno que
comienza a germinar cuanta semilla que se ha incrustado en
aquellas tierras macilentas adornadas por las pizcas de los
arboles que se habian trenzado sobre aquellos inhóspitos
tablados de tierras duras, arenosas pero tambien gredosa. Porque
asi es, que aquellos proscenios ambientes donde esta la petra
ranchería de los palenques de la Meseta se mofa de una
apertura inconmensurable con el invierno.

El invierno comienza a movilizar cuanto ser vivo se
desplaza en aquel plató de tierras buena para cualquier
ser vivo. Ello habia permitido que los palenques que se habian
desplazado desde el Pao, logran un ambiente afable para su
vivencia y su estadía. El solapado invierno esperado por
aquellos guerreros de la vida, hacia su efecto sobre cada uno de
ellos, por una parte esperaban esta temporada para amilanar sus
sed de agua y asi encontrar en cualquier sitio una vena de agua
que le sirviera para su alimentacion, para la bebida, y tambien
para lavar algunos corotos que en su menudencia tenian. Se
espigaba todo un alboroto en aquel inhóspito lugar que iba
cuajando vida, porque alli donde hay agua, hay vida. El
troquelado ambiente estaba en un vivaz ritmo que daba apertura a
una vegetación más verdosa color aceituna y tambien
a un color manzana. He alli el movimiento de animales volando
chillando y comiendo aquellos pastizales verdecitos que solamente
el agua repara. Alli el grillo saltando sobre aquellos arboles
pero tambien sobre aquellos pastizales que comenzaban a
reverdecer en aquella solapada zona, he alli los sapos y las
ranas, brincoteando de un lugar a otro y buscando aquellos
riachuelos y lagunas naturales que se habian formado con las
lluvias y los tiempos precarios de la soledad terráquea
pero tremando aguaceros habian abierto canjilones y habian
cuarteado la tierras en algunas estepas bajas y asi fueron
formando aquellos acantilados de aguas donde el croar de animales
como la rana y los sapos hacían de la suya cuando los
inviernos eran los águilas de aquellas sementeras
bordeadas de palos de aguas que como liquido hacían vida.
He alli el tigre, la pantera, el león buscando refugio
para guarecerse de aquellos tremendos aguaceros que le
torcían la bravura a aquellos animales que se presentaban
como fierras indómitas sobre aquellos pantanales de aguas
que se colaban en aquellas tierras semiarenosas, pero muchas de
ellas llenas de médanos y tambien de greda en la parte de
los cerros.

Estas bestias agiles se sentían acorraladas con
los inviernos, a veces eran tan fuertes los inviernos que
aquellas fierras se sentían acorraladas y trataban en
algunas parte monear palos, sobre todo el tigre. Claro que el
león no lo iba a hacer, ya que el león no tiene
esas cualidades como para hacer tal cometido, sin embargo
trataban de guarecerse en parte que estuvieran un poco llenas de
matas y tuviera poco agua. De igual manera la pantera que en
cierta a manera era más agilísima que los dos
primeros. Las panteras salvajes pernoctaban a veces en los
quiebrahachos y algunas matas que le fueran mas bajas. Asi
vivían estas fieras en tiempos de aguas. Aguas
frías que le hacían temblar los cuerpos, porque
cuando se empecinaban a aquellos aguaceros eran a veces para
amanecer. De igual manera se presentaban tipos de lluvias
chinchineadas, aguaceros que eran serenos, sin ligerezas de aguas
recias, sino aguas goteadas, pero permanentes.

Aquellos aguaceros asentaban el polvo provocando olores
a tierras mojadas, pero cuando los aguaceros eran continuos la
tierra dejaba de oler a tierras mojada, pero lo que eran las
recuas de los aborígenes se volvían corrientes de
aguas perforando la superficie y abriendo canjilones que luego
iban abriendo con el tiempo pequeñas quebradas. La
naturaleza es fregada y ella hace lo que quiere, nadie obliga a
la naturaleza a tal o cual dirección debe tomar. Por eso,
los aborígenes de estos lugares eran fieles obediente de
los procederes de la naturaleza. Ellos se pavoneaban de ella,
pero ella, en muchas oportunidades les sembraba el pánico,
el desconsuelo, la tristeza, el terror y hasta la
maldición. Alli en su lenguaje, en sus pensamientos, en
sus instintos alguna cosas le decían, y no eran cosas
absolutamente benévolas. Lo que eran los meses de agosto y
septiembre las lluvias arreciaban y la naturaleza se ponía
demasiado verde. El crujir de los animales voladores, de los
terrestres, de los acuáticos estaba en una constante
zozobra. Por su supuesto que esto los mantenia álgidos,
erizados, trémulos, y hasta alegres. Sin embargo, tenian
que estar rísperos antes los vaivenes de aquellos
chaparrones de aguas que se serpenteaban sobre aquellos
morichales, aquellos bosques, aquellas montañas
intrincadas, aquellas parcelas de llanos, aquellas mesas,
aquellos bosques nutridos de todo tipo de plantas. El bramido del
caimán, el grito de los pericos, el alarido del
gavilán maceteaban aquel espacio que sin sus
algarabías de gritos seria un montarascal en puro
silencio.

La naturaleza habla, grita y expresa todo a traves de
sus seres que la conforman, es la sinfonía, y el canto que
le ofrecen a un planeta que es misterio en el vendaval del
infinito. Por eso aquella medianía que se solía
ofrecer en el rango de la lluvia y el verano era para un momento
alegrías entre los aborígenes ya que ellos habian
ofrecido su cuerpo y su alma en esta estoica naturaleza que cada
día repetía y repetía las gallardas
estaciones para mantener el equilibrio tanto de los vegetales
como de los animales, pero que ahora tenia un nuevo
huésped: el hombre aborigen.

El Dunare hace la
Vida

La majestad del tiempo va atendiendo las siluetas
sabaneras que se yerguen sobre aquellos inhóspitos gritos
que tienen aquellos tinglados horizontes huaqueados por las
sonrisa de la selva, pero tambien apretujado por los laberintos
de una naturaleza que esta inquieta. Alli en aquel escenario se
pavonea una hilera de agua que corre de sur a norte y con el
tiempo desde hace miles de años de agua ha ido alimentando
millares de animales que se entrecruzan en aquellos bosques, en
aquellas heráldicas mesetas, sabanales, bisques, "matas"
silueteadas por la agonía de la vida.

Si bien es cierto que habia cubierto una esperanza para
la vegetación mas cerca a él, tambien habia abierto
una esperanza para cuanto animal se acercara a él para
saciar su indolente sed que se persignaban en tiempo de verano.
Alli estaba tendido bajo el sol, bajo las estrellas, alli estaba
tendido sobre aquellos arenales, sobre aquellas brozas y tierras
que le permitan nacer, pero morir en el norte cuando la ancha mar
del Caribe lo toma en sus brazos y en su seno y le da la
bendición como una madre cuando tiene miles de hijos que
la alimentan por aquel vital ciclo hidrológico. Alli clama
la llegada con millares de litros de agua dulce bajando en un
recorrido silencioso, pero seguro que alli va a morir con
aquellas olas de agua arremolinadas que se van surtiendo a lo
largo de aquel camino aventajado por muchas hoyas
hidrológicas que se adelantan en aquel vendaval de agua
caído del cielo, porque no es de otra manera que se
mantiene, sino con lo que cae de arriba y alli forma aquella
turbia aguas rebobinadas por las fuerzas físicas que tiene
la propia naturaleza. Insolente es la venida de aquellas
tempestades de aguas iracundias, recias que flotan sobre aquel
cajon que ha merecido llamársele dios. Es el dios del agua
para aquella raza que iracunda siembra vidas en aquel turbulento
escenario. Alli posa una vida que ellos llevan, porque tambien el
agua es vida, y sin agua no son nada.

Han tenido otros dioses al recorrer de sur a norte
aquellos silenciosos tramos de montes y selvas que loes tenian en
su frente, en su pecho. Ellos fueron avanzando con este dios de
la vida, cuando en tiempo de verano el cajon iba bajando y esto
permitía que aquella raza indómita que huele a
selva se fuera integrando en aquella vegetación que tupida
no era fácil, para su penetración, sin embargo, la
ventana abierta de aquel dios, permitía a traves de
curiaras, canoas ir penetrando poco a poco aquel silencioso
espacio cuando el día de un sol caliente y a
mediodía permitía ver aquel horizonte pleno para ir
deslizándose con mucha serenidad entre peces, caimanes, y
lagartijas que se abombaban sobre aquellas siluetas de aguas
plenas . Alli iba Guatoco rumbo hacia un mistérico
escenario en el cual nadie habia penetrado. Alli iba `poco a poco
en aquel silencio que tremolaba lo mas profundo de su
corazón, sus manos puestas en el canalete de aquella
curiara iba envalentonando sus brazos, estaba presto que
algún tigre, o alguna pantera le cayera encima. El
instinto se había hecho eco ante el olfato de cualquier
fiera.

El desnudo chapaleo calcaba las airosas aguas que se
vaticinaban lentas porque era tiempo de verano. Un enjambre de
garzas blancas surcaba aquellos cielos petrificados de nubes
blancas y azules que se pavoneaban sobre aquel pretil silencioso
de una vida que comenzaban a trajinar a aquellas aguas dulce que
solo el apetito del hombre, y ciertos animales pueden probarlas.
Los animales no todos son de aguas saladas, la mayor parte de la
naturaleza vive del agua dulce, las plantas, los animales y
tambien los seres humanos. Era un momento impávido para
aquellos seres que deambulaban por aquellas aguas para saber que
habia mas allá de la mirada serpentina de un ojo que no se
contentaba con lo que habia visto. El engranaje de la vida
cotidiana y lo mistérico lo llevaban a penetrar aquellos
sólidos horizonte que solamente por las aguas crecidas y
tambien aquellas que corrían en verano era posible
penetrar cualquier horizonte que fuera desconocido. Solo
existía el riesgo para penetrar y no quedarse alli
achantado con lo conocido.

Guatoco habia penetrado y un solo día no
podía arriesgar su existencia, cuando le entraba
algún pavor volvía de nuevo a su ranchería y
alli creaba una tertulia con aquellos aborígenes mas
allegado. Sin embargo, la existencia no se bloqueaba, el iba a
emprender un nuevo un viaje y asi poder logar algunos
kilómetros de penetración por aquel horizonte que
le motivaba a escudriñar sus senderos y saber que habia
más allá de sui mirada cotidiana. Guatoco era un
indio corpulento, un indio cuatriborleado que se fajaba con
cualquiera que lo amenazase. No tenia escrúpulos para
matar a cualquiera, era un indio que se habia mantenido en luchas
cotidianas con cualquier fiera y eso de alguna manera lo
hacía fuerte y diestro para cualquier evento.

 

 

Autor:

Pbro. Oscar Matute Ortiz

 

Partes: 1, 2
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